Y me encuentro acá sentada, frente a la computadora. La mente me divaga, y siempre pensando en el próximo destino. Pero no, a concentrarse, que primero hay que escribir.
Hace ya varios años que empecé a viajar. Desde muy chica me llaman la atención los aviones, colectivos, rutas, paisajes, ciudades, pueblos, montañas, mares, desiertos, nuevas personas, nuevos idiomas. Comencé mis aventuras desde muy chica, con un primer viaje en avión casi sola, y aunque tengo un vago recuerdo, sé que ese pudo haber sido el comienzo de todo esto.
Luego, por supuesto, los viajes en familia, inolvidables, con mis mil hermanos. Esos que están llenos de anécdotas que son incansables. Esos que volverías a hacer una y mil veces porque siempre tienen un buen recuerdo.
Pero, arranqué a «tomarle el gusto», y le dí comienzo a otra forma de hacerlo. Emprendí un viaje que me cambió la vida. Gracias a la ayuda de mi familia, hoy no me canso de contar la experiencia. Ellos hicieron posible ese gran sueño. Y ahora me toca a mí continuarlo.
Pero continuar mi sueño no sólo significa seguir viajando, si no, compartir mis experiencias, conocer gente nueva, ayudar y ser ayudado. Significa seguir aprendiendo, abrir la cabeza y crear nuevos lazos. Significa no limitarse y seguir reinventándose, seguir cambiando, y hacer de mí, un alma nómada.