Todo arrancó con un: «Pa, quiero subir el Lanín, estoy buscando grupo, vos me acompañas?» y su respuesta fue: «Sí, teneme en cuenta».
Dos meses después, habiendo entrenado cada uno por su parte, estábamos en Mar del Plata, saliendo en el auto hacia Junín de los Andes. Largo viaje para sólo dos manejando. Equipo de mate, galletitas, unas empanadas en el camino y una que otra siesta regeneradora. Música de todo tipo, 16 horas de ruta dan para todo. Última hora y media de noche pero con el volcán a nuestra derecha.
Chequeo de equipos, últimas compras, un paseo en barco por el Lago Huechulafquen, hicieron de la previa al ascenso, un día muy lindo. Los nervios se empezaban a sentir, que grande y lejos se veía!
La mañana del «día 1» nos buscaron por el hotel, teníamos las mochilas bien preparadas. Éramos un grupo de 16. Yo moría de nervios, papá tan tranquilo que logró dormitar en el viaje hacia la base. Comenzamos el ascenso muy entusiasmados. Muchas fotos, videitos, charlas. Pasitos cortos para no usar demasiada energía y a ayudarse con los bastones, fundamental! Algunas paradas para tomar agua y comer algún caramelo, barrita o fruta. Llegamos muy bien al refugio, súper contentos. Acomodamos equipamiento, charla técnica, cena y a dormir, o eso creía. De esperarlo, papá durmió toda la noche, yo sólo 2 horas.
La noche se me hizo eterna, pensaba en lo bueno que iba a estar hacer cumbre, lo emocionante que iba a ser. Nos levantaron alrededor de las 3am, desayunamos, nos calzamos las mochilas, cascos, linternas frontales y a caminar alumbrados por una increíble luna llena. Llegamos al segundo refugio luego de una hora de caminata sin problema aunque se empezaba a sentir el frío y el cansancio. Así empezaba nuestro «día 2».
La próxima hora tuvo su dificultad, ya más cansada y dando pasos inestables. Empecé a sentir molestias en los pies, piernas y de nuevo, mucho frío, cada vez que parábamos sentía que me congelaba. Crampones en los pies y seguimos caminando. La cabeza me daba vueltas, veía todo lo que quedaba y sentía que el cuerpo sólo me iba a dejar seguir un poco más. Muchos ya habían desistido e iban bajando con guías.
Cada paso me molestaba algo diferente, así que «clavé bandera» y con el sol asomándose, llegué a mi cumbre. Nuestra cumbre. Papá podría haber seguido, pero subimos como equipo y bajamos como equipo. Un guía acompañó nuestro descenso hasta el refugio donde habíamos dormido y después seguimos con todo el grupo. Bajamos tranquilos, disfrutando de tan impresionante paisaje, hablando de la próxima vez que intentemos hacer cumbre (espero que pronto).
Desde tan arriba se nota más lo chiquitos que somos. Montañas y lagos, el atardecer, una leve niebla y árboles, ya tiñéndose de otoño, generan paisajes únicos. Tan increíble inmensidad no puede ser otra cosa que la más perfecta creación de una fuerza enorme. Que cada uno le llame como quiera!
Hija del alma sos tan especial. Me alegro tanto sentir como disfrutas cada cosa que haces .y te felicito por compartirlo de esta manera con los que te amamos y con la gente que sólo te conoce por tus escritos .deseo de corazón que sigas haciendo estos viajes .esta vez con tu viejo que tanto amas . Tenes una hermosa forma de contar tus experiencias seguilo haciendo .Te amo .
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Que lindo verte disfrutar haciendo las cosas que tanto te gustan.
Te amo amiga!! Que seas así de feliz siempre 🤗🤗
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qué linda experiencia Sofi!! ! yo pensé en hacerlo el último verano pero como estaba con poca plata hice otros asensos, también muy lindos pero que no requieren guia. Sueño con subir el Lanín, la próxima vez que intentes hacer cumbre te acompaño!!
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Obvio que si!!!! Que bueno!
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